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Lunes, 05 Febrero 2018 19:07

Holanda, la legendaria "naranja mecánica" de 1974

Noticias de Udigital
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El comienzo de la década de los 70 fue monopolizado por un equipo y un futbolista: el Ajax de Johan Cruyff. El talentoso extremo zurdo holandés consiguió liderar un equipo temible que no se cansó de ganar títulos. Así, en tres temporadas, las que van de 1971 a 1973, Cruyff conquistó tres Copas de Europa, una Supercopa y una Intercontinental.

Por eso, 1974 se presentaba como el momento perfecto para convertirse en leyenda gracias a un triunfo de la selección. Holanda llegaba al Mundial de Alemania como gran favorita. Era un equipo formado a partir de aquél invencible Ajax. Aunque la mayoría de sus figuras –como el propio Cruyff, ya en el Barcelona- se encontraban en otros equipos, la selección oranje era una máquina perfecta de ganar. Y lo constató desde el inicio del campeonato.

Se produjo un gran cambio en el sistema de competición. Después de la primera fase de grupos, se iba a producir una segunda, dividida en dos grupos, de tal manera que los campeones de cada uno de ellos se enfrentarían en la final. Dicho de otro modo, no habría eliminatorias directas hasta el último partido.

Uno de los partidos más espectaculares que se vivió en la primera fase fue el que enfrentó a Uruguay y Holanda. Los uruguayos llegaban como máximos exponentes del estilo de fútbol sudamericano -Brasil al margen- mientras que Holanda era todo lo contrario: pases cortos, velocidad en el juego, ataque por encima de la defensa… probablemente el equipo más revolucionario de las últimas décadas. El que dio lugar al denominado fútbol total.

Por eso, se le otorga tanta importancia a la victoria de los holandeses por 2-0 en dicho partido. Era la demostración de que ese estilo también podía triunfar en una época en la que el fútbol era, sobre todo, defensa. El 2 a 0 con el que Holanda se impuso, con un doblete de Rep, fue muy significativo. Además, en el grupo, el segundo clasificado y que, por tanto, lograba su pase a la siguiente fase, era Suecia.

Aunque sin duda el partido más destacado de la primera fase fue el duelo entre la Alemania Federal y la Alemania Democrática, que disputaba por primera vez un campeonato del mundo. El sorteo quiso que ambas selecciones se enfrentaran, en un partido marcado por las durísimas medidas de seguridad que lo rodearon. Entre otras, un helicóptero sobrevolando el estadio durante los 90 minutos.

La victoria, además, fue para la débil, para la Alemania Democrática, gracias a un gol de Sparwasser. Ambas selecciones lograrían el pase a la fase siguiente. Nunca más volverían a enfrentarse.

Si la primera fase no había sido precisamente espectacular, menos lo fue la segunda. El hecho de que se tratara de una liguilla restó emoción a los enfrentamientos. Holanda, en el Grupo 1, ganó con comodidad sus encuentros, ante Argentina, Alemania Democrática y Brasil. Una Brasil que, pese a que llegaba como vigente campeona del mundo, lo hacía sin Pelé, Gerson o Tostao. Ya no eran lo mismo.

Alemania hizo lo propio en el Grupo 2. Se impuso a Yugoslavia y Suecia con relativa comodidad, y sufrió de lo lindo para superar a Polonia y asegurarse así un puesto en la final. Lo hizo gracias a un solitario tanto de, quién si no, Gerd Muller.

Así, después de un campeonato no demasiado brillante, la final se presumía como un gran partido. Y no decepcionó. Se citaban el gran favorito desde antes de comenzar, Holanda, y el anfitrión y siempre fiable combinado alemán. Aún así, la empresa para los germanos era complicada. Holanda era superior. Y lo había demostrado durante todo el campeonato. Su fútbol total no dejaba de crecer. Había llegado a la final tras ceder tan solo un punto, y encajar un único gol en los seis partidos que había disputado. Era la gran favorita.
Condición que se acrecentó en la primera jugada del partido. Tras sacar los holandeses de centro, dieciocho pases consecutivos terminaron con un penalti de Hoeness sobre Cruyff que transformaría Neeskens. El resultado ya era de 1-0, y Alemania aún ni había tocado el balón.

Y comienza el asedio alemán. En media hora, siete saques de esquina. Y en el minuto 27, Holzenbein es zancadilleado dentro del área por Jansen, y el árbitro decreta pena máxima. Breitner no la desaprovecha. Empate a uno. El choque ya está empatado. De hecho, se abre más que nunca. Y cuando parecía que era Holanda quien más cerca se encontraba del gol, el cañonero Muller, aún antes del descanso, ponía a los alemanes por delante. Ver para creer.

En la segunda mitad Holanda sacó a relucir su mayor calidad -indudable-, y encerró a Alemania durante 45 minutos. Pero los germanos se valieron de su fortaleza física -también indudable- para resistir el marcador, con un héroe por encima de todos: el portero Seep Mayer. Para siempre quedará su parada a bocajarro tras disparo de Johan Cruyff. Era la imagen de lo que estaba siendo el partido: la magia no puede con la fuerza.

Y así, se terminó el partido, con los alemanes vencedores en casa contra todo pronóstico dando la vuelta de honor delante de su afición, enloquecida. Mientras, en un fondo del estadio, los holandeses desconsolados, por una final que nunca creyeron capaces de perder. Quizá, una final que nunca merecieron perder. Pero una final que perdieron, y que les dejó sin el título mundial que tanto anhelaban.

A pesar de eso, la Naranja Mecánica será considerada una de las mejores selecciones de la historia y llamada por muchos como : "La selección sin corona".