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La bailarina Alicia Alonso, última gran diva del ballet, murió este jueves 17 en un hospital de La Habana en el que había ingresado horas antes por una bajada de tensión arterial de la que no pudo recuperarse. En diciembre habría cumplido 99 años.
Era historia viva del ballet del siglo XX, honor que compartía con la moscovita Maya Plisetskaia (1925-2015).
Su verdadero nombre era Alicia Ernestina de la Caridad Martínez del Hoyo, y nació el 21 de diciembre de 1920 en el cuartel de Columbia de La Habana, donde su padre ejercía de oficial de intendencia y caballería.
A los nueve años ingresó en la clase habanera del maestro ruso Nikolai Yavorski, dentro de la Sociedad Cultural Pro-Arte Musical. Allí hizo su primera aparición escénica poco después en el vals del Cascanueces. Viajó a Nueva York por primera vez en 1937, donde se casó con Fernando Alonso, a quien había conocido en la clase de Yavorski. Enseguida tuvieron a su única hija, Laura, que también fue bailarina y prestigiosa maestra. Alonso ingresó en la School of American Ballet y, entre otros, tuvo cuatro maestros decisivos: Enrico Zanfretta, Alexandra Fedorova, Anatole Vilzak y Anthony Tudor. Después aprendería con Vera Volkova en Londres y Olga Preobrazhenskaya en París. Apareció en Broadway en los musicales Great Lady (1938) y Stars In Your Eyes (1939) e hizo su primera gira con el Ballet Caravan ese mismo año, encarnando su primer papel protagonista en Billy the Kid, de Eugene Loring, un ballet con argumento del lejano Oeste.
Con la compañía Ballet Theatre (después American Ballet Theatre: ABT) estuvo desde su fundación en tres periodos: 1940-1948, 1950-1955 y 1958-1959. Allí asumió creaciones históricas: Undertow, Theme and Variations o Fall River Legend. Bronislava Nijinska creó para ella Schumann Concerto y Enrique Martínez el sugerente y exótico Tropical pas de deux. Se ha convertido en leyenda su primera aparición como la protagonista de uno de sus grandes papeles, Giselle. Fue el 2 de noviembre de 1943, con Anton Dolin, y sustituía a la inglesa Alicia Markova, que había enfermado.
Entre su vastísimo repertorio de entonces hay que señalar Pas de Quatre (Dolin, Lester); Apollon Musageta (Balanchine); Jardin de lilas, Gala performance y Romeo y Julieta (Tudor) y Aleko y Capricho español (Massine). Bailó con todos los destacados partenaires masculinos de su tiempo, aunque su inseparable pareja hasta 1960 fue Igor Youskevitch, con el que llegó a tener una complicidad escénica legendaria.
Durante una suspensión laboral de actividades de la compañía neoyorquina, volvió en 1948 a La Habana como bailarina invitada y fundó su compañía, el Ballet Alicia Alonso (después Ballet de Cuba y a partir de 1959 Ballet Nacional de Cuba). Es entonces cuando empieza a coreografiar.
A partir de 1960 y mientras las relaciones entre Cuba y Estados Unidos lo permitieron, Alonso dividió su tiempo entre Nueva York y La Habana. Tras dejar el ABT, apareció como estrella invitada en las instituciones más prestigiosas: los Ballets Russes de Monte Carlo, la Ópera de París, donde montó Giselle en 1972, la de Viena o el Teatro alla Scala de Milán.
Alonso fue también una de las primeras bailarinas occidentales invitada en plena Guerra Fría a bailar en el Teatro Kirov de Leningrado/San Petersburgo y el Teatro Bolshói de Moscú. Por una ventana la vio ensayar un estudiante algo díscolo llamado Rudolf Nureyev. Sus carreras no se cruzaron sobre la escena hasta una gala de Palma de Mallorca en 1990.

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