El pasado lunes, 31 de agosto, por la tarde, dos oficiales de policía de Los Ángeles, California, dispararon en contra de Dijon Kizzee, un joven de 29 años afroamericano.

De acuerdo con medios locales, el joven estaba en un semáforo y los oficiales afirman que al llamarlo por una supuesta violación “del código de bicicletas”, se escapó y en el camino dejó caer un paquete con ropa y pistola. Los oficiales dispararon y lo mataron.

Aún así, los policías esposaron su cuerpo sin vida y se quedó en la zona tirado por horas.

De acuerdo con los testimonios de los oficiales, retomados por medios locales, el hombre afroamericano golpeó a un oficial pero por el momento no hay ninguna evidencia de que eso ocurriera. Kizzee fue declarado muerto en la escena y ningún agente se reportó como herido.

Horas después del tiroteo, más de 100 personas se movilizaron rumbo a la estación del alguacil Imperial Highway argumentando que los disparos no estaban justificados y que el joven no llevaba un arma cuando corrió. Eso además de los reclamos por dejar su cuerpo durante horas tirado en la calle.

Apenas el 24 de agosto un policía disparó 7 veces por la espalda en contra de Jacob Blake, un afroamericano en Kenosha, Wisconsin, hecho que provocó intensas y violentas movilizaciones.