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Stripy y Jake, dos oseznos que Ben Kilham alimentó en parte a biberón, no dudan en seguirlo y saltarle encima, pero otra decena se niega a bajar del árbol cuando se acerca.
Ben Kilham dedica su vida a la observación de los osos, y ha extraído de su trabajo enseñanzas que se aplican a ellos y también a los humanos.
En un terreno cercado de tres hectáreas cerca de su casa, recibe a oseznos huérfanos que le confía el Departamento de Pesca y Fauna de New Hampshire, en el este de Estados Unidos.
Sus madres murieron de un disparo, o en un accidente de tránsito, o sus guaridas fueron destruidas por cazadores. Kilham busca que los oseznos crezcan y engorden, y luego, a los 18 meses, los libera en la naturaleza.
Todo en su casa en los bosques de New Hampshire respira su pasión, que lo ha convertido en una referencia internacional sobre el comportamiento de estos mamíferos: en las paredes hay fotos y pinturas de osos, y en la entrada hay tres pequeños osos de madera que te reciben con un "Bienvenidos".
Además del enorme terreno cercado, Kilham posee una vasta zona de observación donde estudia a osos adultos, entre ellos a Squirty, de 22 años, recogida en 1996. Hoy cuenta con 11 osos a su cargo.
Este hombre alto y de 65 años con aires de leñador conoce tan bien a los osos negros -los más comunes, con una población estadounidense que ha crecido fuertemente en los últimos años hasta alcanzar unos 750.000- que el gobierno chino ha pedido su ayuda para reintroducir en el país el panda gigante.
A diferencia de los osos negros, los pandas gigantes son una especie aún clasificada como "vulnerable", aunque ya no es considerada en peligro de extinción. Esta colaboración inspiró un documental bautizado "Pandas" que fue estrenado a comienzos de abril en Estados Unidos.
Kilham aprendió mucho de sus años de observación de los osos. Sobre todo que son tan cercanos al hombre como los grandes monos, aunque "hemos estudiado mucho más a los grandes monos porque genéticamente eran nuestros parientes más cercanos", dice.
Las hembras son capaces, como los hombres, de un "altruismo recíproco", afirma, es decir, de actuar con otro animal de forma benéfica para ambos.
Squirty lo probó muy temprano: Kilham constató que apenas después de haber liberado a la osezna en la naturaleza, una osa salvaje sin progenitura estuvo dispuesta a encargarse de ella para protegerla.
"Ellas no tenían ningún parentesco", "era altruismo puro", explicó. Veinte años después, esas hembras y sus familias todavía comparten sus alimentos.
Squirty es también "muchas veces más agresiva hacia su propia familia que hacia esa osa", como los humanos, "muchas veces más duros con los miembros de su familia que con extraños", afirma.
Son comparaciones que rechinan a muchos científicos, convencidos de que el hombre es más capaz que el animal.
Sin embargo Kilham cree que "no hay mucha cosa" que los animales no puedan hacer, a excepción del lenguaje. Y si bien este último permitió a los hombres alcanzar su nivel de desarrollo actual, Kilham lo ve tanto como un factor de "corrupción" de las acciones y pensamientos humanos como de progreso.
Mientras los osos actúan sobre la base de "informaciones reales", las informaciones utilizadas por los humanos son "perturbadas desde la aparición de las palabras. Casi todo lo que leemos contiene inexactitudes. Sobre todo hoy con internet y las noticias falsas", dice Kilham.
Kilham dice estar fascinado por el impacto del lenguaje en el comportamiento humano. Su propia dislexia le causó dificultades escolares que durante mucho tiempo le impidieron continuar los estudios de biología animal con los que soñaba desde su infancia.
Creció rodeado de animales que su padre, un virólogo, cuidaba con cariño: pájaros que estudiaba como ornitólogo aficionado, y hasta un bebé cocodrilo traído de Uganda y que creció durante un tiempo en el sótano de la casa familiar.
Su primer oficio fue el de armero, pero Kilham concretó su sueño cuando el Departamento de Pesca y Fauna, enterado de su interés por los osos a través de un amigo biólogo, le confió sus dos primeros oseznos huérfanos, colocando así la piedra inaugural de lo que sería el primer centro de rehabilitación de osos de New Hampshire.
En un cuarto de siglo, Kilham rehabilitó a 165 oseznos y documentó 1.500 interacciones entre osos salvajes. Recientemente obtuvo un doctorado en ciencias ambientales en la Universidad de Drexel. Una bella revancha para este antiguo mal alumno, formado en la práctica y cuyos trabajos fueron largamente desdeñados por la comunidad científica.
Kilham ya había hallado un público gracias a artículos publicados en la revista National Geographic y a su primer libro, "Among the Bears" (Entre los osos), publicado en 2002 y que se convirtió en un éxito.
Hoy reconocido, Kilham continúa sus observaciones y se gana la vida dando conferencias.
Predica el respeto de los osos, unos animales temidos y cazados en Estados Unidos: de 10 a 15% de los 5.000 a 6.000 osos de New Hampshire mueren cada año durante la temporada de caza, aunque estos omnívoros, que pueden vivir hasta 40 años, "no se interesan para nada por el hombre" y no son peligrosos para ellos, asegura.
"Podemos vivir muy fácilmente con los osos, es simplemente una cuestión de educación del público", dijo Ben Kilham. "Pero educar al público es como adiestrar gatos: no captan muy bien la información".

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  • COPETE "Nunca tuve dificultad en leer la naturaleza"
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