El Día de Todos los Santos es una solemnidad religiosa, con especial significado para las iglesias cristianas católicas, que rinde homenaje a todas las almas de los fallecidos, consideradas "santas" por estar en la presencia de Dios, según la creencia.
Además, marca el primer domingo de Pentecostés en la Iglesia ortodoxa y las católicas de rito bizantino.
Esta festividad, que no debe confundirse con la Conmemoración de los Fieles Difuntos o Día de Muertos, tiene su origen a mediados del siglo IX cuando el papa Gregorio IV ordenó extender la celebración del 1 de noviembre a toda la Iglesia católica, como un símbolo de honra a todos aquellos difuntos, que aun habiendo superado el purgatorio, se habían santificado ante la presencia de Dios.
Al considerar beatos a todos aquellos que gozan de vida eterna en la presencia de Dios, la Iglesia festeja el Día de «todos los santos», y por lo tanto no se limita a recordar en esta fecha a solo aquellos que aparecen en la lista de los canonizados.
Además, se concibe como una forma que la Iglesia encontró para agrupar a sus mártires en una sola festividad, considerando especialmente la simbólica Persecución de Diocleciano, conocida también como la Gran Persecución, donde muchos cristianos murieron a manos del ejército romano.
Las tradiciones en torno a esta fecha han cambiado con el paso de los siglos y varían en cada país o región de mundo.
En países como México los creyentes adornan con flores y cintas coloridas la tumba del difunto o "santo" y consumen platos exclusivos para esta fecha que se conecta con el Día de Muertos, pero que no es lo mismo.
Por otra parte, en Estados Unidos y algunas naciones el Día de Todos los Santos se entremezcla con la festividad pagana del Halloween. Mientras que en países asiáticos como Filipinas, en esta fecha también se honra a los antepasados con grandes banquetes en los cementerios.